BIBLIOTECA DON CALOSSO
“Ante ciertos libros, uno se pregunta: ¿quién los leerá? Y ante ciertas personas uno se pregunta: ¿qué leerán? Y al fin, libros y personas se encuentran”
André Gide
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¿Escuchaste hablar de Don Calosso?
Don Bosco, en su libro “Memorias del Oratorio” (Instituto Salesiano de Artes Gráficas, 2002), nos relata sobre Don Calosso:
“En aquel año (1826), con motivo de una misión solemne que hubo en el pueblo de Buttigliera, tuve ocasión de escuchar bastantes sermones. La fama de los predicadores atraía a gente de todas partes; yo mismo iba entre otros muchos. Después de una instrucción y una meditación, al caer la tarde, los oyentes quedaban libres para volver a sus casas.
Una de aquellas tardes de abril, volvía en medio de la multitud; iba entre nosotros un cierto Don Calosso –de Chieri-, hombre muy piadoso aunque, encorvado por los años, realizaba el largo camino para escuchar a los misioneros. Al ver a un niño de pequeña estatura, cabeza descubierta, pelo recio y ensortijado, que caminaba muy silencioso en medio de los demás, se fijó en mí y me habló de la siguiente manera:
Don BoscoMemorias del Oratorio
- Hijo mío, ¿de dónde vienes? ¿acaso tú también has ido a la misión?
- Si Señor, he ido a los sermones de los misioneros.
- ¡Qué habrás entendido! Tal vez tu madre te podría hacer un sermón más oportuno, ¿no es cierto?
- Cierto. Mi madre me da con frecuencia lindas explicaciones; pero igualmente voy con mucho gusto a escuchar las de los misiones, y me parece que las he entendido.
- Si me sabes decir cuatro palabras de la de hoy te doy cuatro monedas.
- Dígame sólo si quiere que le hable del primer o el segundo sermón.
- Como mejor te parezca, con tal de repetirme alguna idea. ¿Te acuerdas de qué versó el primero?
- En el primer sermón se trató de la necesidad de entregarse a Dios y no dejar para más tarde la conversión.
-¿Y qué se indicó al respecto? –añadió el venerado anciano, algo maravillado.
- Lo recuerdo bastante bien y, si quiere, se lo repito por entero.
Si esperar más, comencé a exponer el preámbulo después los tres puntos, esto es, que quien difiere su conversión corre gran peligro de faltarle el tiempo, la gracia o la voluntad. Me dejó hablar más de media hora entre la gente, para preguntarme a continuación:
Don BoscoEl encuentro con Don Calosso
- ¿Cómo te llamas? ¿Quiénes son tus padres? ¿Has frecuentado mucho la escuela?
- Me llamo Juan, mi padre murió cuando yo era todavía muy niño. Mi madre es viuda, con cinco personas que mantener. He aprendido a leer y, un poco, a escribir.
- ¿No has estudiado el Donato o la gramática?
- No sé qué son.
- ¿Te gustaría estudiar?
- Mucho, mucho.
... -¿Por qué motivo deseas estudiar?
- Para ser sacerdote.
- Para acercarme, charlar y formar en la religión a tantos compañeros míos, que no son malos, pero llegan a ser tales, porque nadie se ocupa de ellos.
- Este franco, y diría, audaz modo de hablar causó gran impresión en el santo sacerdote, quien –mientras yo exponía- no me quitó nunca los ojos de encima. Entre tanto, llegados a determinado punto del camino, en que era menester separarnos, me dejó diciendo: “¡Ánimo!, pensaré en ti y en tus estudios. Ven con tu madre a verme el domingo y lo arreglaremos todo”.
En efecto, al domingo siguiente fui con mi madre y acordamos que él mismo me daría clases un rato cada día.
Don BoscoInvitación de Don Calosso
… () Me puse enseguida en las manos de Don Calosso, que llevaba sólo unos meses en aquella capellanía. Me manifesté a él tal cual era, contándole con naturalidad toda palabra, pensamiento y acción. Lo cual le agradó sobremanera porque de ese modo podía guiarme en lo espiritual y en lo temporal con un mejor conocimiento de la realidad.
Conocí entonces el significado de un guía fijo, un amigo fiel del alma que hasta entonces no había tenido. Entre otras cosas, me prohibió enseguida una penitencia que yo acostumbraba a hacer por ser desproporcionada mi edad y condición. Me animó a frecuentar la confesión y comunión, y me enseñó a hacer diariamente una breve meditación, o mejor, una lectura espiritual. Los domingos pasaba con él todo el tiempo que podía. Los días laborables, siempre que me resultara posible, le ayudaba a la santa misa. Desde aquel período comencé a gustar lo que es la vida espiritual, pues hasta este momento actuaba más bien materialmente y como una máquina que hace las cosas sin saber por qué.
Luego de un fuerte altercado con su hermano Antonio, …() “mi madre estaba afligidísima, el capellán, apenado; yo, lloraba. Aquel digno ministro de Dios, enterado de los disgustos ocurridos con mi familia, me llamó un día para decirme: “Juan, has puesto en mí tu confianza y no quiero que sea en vano. Deja, pues a ese hermano cruel, ven conmigo y tendrás un padre cariñoso”.
No se pueden imaginar mi enorme alegría. Don Calosso se convirtió para mí en un ídolo. Le quería más que a un padre, rezaba por él, le servía en todo con gusto.
… () Aquel hombre de Dios me estimaba tanto que, varias veces, me dijo: “No te preocupes por tu porvenir; mientras viva, nada te faltará, si muero, también proveeré”.
Don BoscoSe queda con Calosso
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